Te observo desde lejos. Ya no me miras, ni me hablas. Ya no soy nadie
para ti, aunque, quizás, nunca lo fui. Me das la espalda. ¿Cómo hemos
acabado así? Te alejas, y no puedo hacer nada. Me alejas, y no puedo
hacer nada.
Intento acercarme, pero sólo consigo que te vayas más
lejos. Siento que me faltan fuerzas. Quiero seguir, por lo menos, parte
de mi quiere, pero mi orgullo me lo impide. Te sigues alejando. No eres
quien pensé que eras. Creí que te importaba, pero todo eran mentiras,
sólo mentiras.
Recuerdo cómo te acercaste a mi, cómo te hiciste necesaria, y ahora veo cómo me dejas, aquí sola y tirada. No sé qué hacer ya.
Decido
correr e intentar alcanzarte, no aguanto más, aparto mi orgullo y llamo
tu nombre, pero no me escuchas, o no me haces caso. Consigo alcanzarte,
y ahí sigues, de espaldas. Te doy la vuelta, para decirte lo mucho que
te necesito...pero algo va mal. Esta no es tu cara. Por lo menos, no la
que conozco. No están tu ojos tan comprensivos, tan cristalinos, que
parecían reflejar tu honestidad, ni tus labios, que parecían besar el
aire al hablar. No entiendo nada, y me quedo helada. ¿Qué ha sido de la
chica que creí conocer? ¿Qué nos ha pasado?
Me falta el aire. Me
mareo, y me caigo. Pero no te importa. Me das la espalda otra vez, y te
alejas, como si fuese una extraña. Como si nunca hubiera pasado nada.
¿A
caso no ves el daño que me haces, lo que me duele perderte? No te
importa, ni un poco, nada. Nunca lo ha hecho. Quiero levantarme, e ir
detrás de ti a recuperar a la chica que creía conocer, estaba ciega
pensando que todavía se ocultaba tras esa mirada, tan azul y tan fría,
pero mi cabeza consigue convencerme. La chica de los ojos cristalinos no
era más que una ilusión, la de la chica de mis sueños. Esto es la
realidad. Y aquí me quedaré, tirada, hasta que aparezca alguien que
camine a mi lado, no como tú, siempre un paso por delante.
No hay comentarios:
Publicar un comentario