"Sólo falta un poco más" piensas mientras tus manos y tus pies se coordinan sabiendo que cualquier paso en falso puede significar tu muerte. Es lo que tiene escalar montañas tan peligrosas.
Parecía segura cuando estabas abajo, pero al ir subiendo, te vas dando cuenta de que no es así. No quieres algo fácil, pero tampoco quieres caer al vacío.
Recuerdas aquel día, en que la viste por primera vez. Pensaste que nunca habías visto nada igual, y que ella tenía que ser tuya. Recuerdas la primera vez que sentiste su aroma encima de tu cuerpo, y podiste sentir con tus manos cada centímetro de su piel, sin darte cuenta el peligroso acantilado que en realidad era. Te enganchaste a su ser de una forma de la cual no debiste, y ahora estás atrapada, sin poder bajar de la montaña. Bajar habiendo llegado hasta ahí significaría haberte rendido, y estás segura de que si consigues llegar arriba, todo este tiempo no habrá sido en vano. Es imposible bajar cuando sólo quieres más, y esperas lo mejor de ella. Ya no te importan las condiciones en las que esto sea. Da igual que nieve, que se te congelen los dedos o te quedes sin aire. Lo único que deseas es que ella te quiera igual que tú a ella. Pero eso no va a pasar. Y no será porque tú te resvales, o pongas mal un pie o una mano. Ella se derrumba, y te aplasta. Caes al vacío sin poder evitarlo, sin poder hacer nada al respecto. Todo por un capricho suyo. Pensabas que querías subir la montaña, pero en realidad te estaba consumiendo. Todo lo que hacías era por y para ella, tú ya no eras importante.
Durante la caida piensas en lo bonito que parecía todo cuando estabas abajo, y lo horrible que fue según ibas subiendo. Empeoraba gradualmente, por lo que fuiste acostumbrándote sin darte cuenta a soportar cosas que realmente no tenías por qué aguantar.
El golpe es duro. Pero lo más doloroso será volver a caminar lo suficiente como para encontrar otra montaña que parezca digna de escalar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario