viernes, 26 de julio de 2013

Confesiones

Tras una larga tarde compartiendo risas y alguna que otra caricia, al ver que se aproximaba la noche bañando el cielo de un naranja rosaceo y con ello su partida, la miró directamente, cayendo sin poder evitarlo en esos ojos pequeños y profundos.
Nunca había sentido tanto miedo como en aquel entonces. Debía elegir las palabras con tanto cuidado como si se tratase de meter un trozo de carne en la boca de un león hambriento sin que este le arrancase el brazo movido por el éxtasis de sentir el sabor de la sangre fluyendo en su lengua. Pero no se trataba de una leona. Aquella era la chica que la tenía en las nubes, y había llegado la hora de decírselo. 
-Tengo que decirte algo... -empezó, mientras ella la miraba con un gesto de curiosidad- Pero antes, prométeme que no cambiarás tu forma de pensar sobre mi.
La chica la miró dudosa, sin saber qué vendría a continuación, pensando que quizás, había hecho algo que la hiriese. Aún así, se obligó a sonreir.
- Lo prometo.
Suspiró. - Lo que voy a decirte ahora es muy importante para mi, y si sale mal, no creo que pueda volver a mirarte a la cara. - sintió como si el corazón se le fuera a salir por la boca, eso si lograba superar el nudo de la garganta que la estaba ahogando - Desde que empecé a conocerte me pareciste alguien diferente, alguien especial. Cada día que pasaba si estaba contigo era un día que apreciaba, dando gracias al mundo por haber conspirado para que estuvieras en mi vida, deseando poder pasar más tiempo contigo, riéndonos, conociendo tu historia, abrazándonos... Poco a poco me fui dando cuenta de que lo que me pasaba no era emoción por hacer una nueva amiga, era algo más. Mi corazón empezó a latir más fuerte cuando te acercabas, y mis mejillas cambiaban de color a un rojo pálido... Lo que quiero decirte es que... Perdóname por esto... 
Se inclinó hacia ella y le robó un beso. Una lágrima brotó de cada uno de sus ojos al sentir que ella le devolvía otro, y la atrajo hacia sí. Pero de repente se separó y miró al suelo. 
Tras unos segundos que parecieron eternos, puso un dedo en su barbilla, y le levantó la cara, obligándola a mirarla a los ojos. Al ver sus lágrimas, se las quitó cariñosamente con sus pulgares. 
- No sé qué decir... Esto es...
- Olvida que soy una chica. Olvida que tienes que estar con un hombre, supuestamente. Quiero que me mires a los ojos, y mires más allá de lo que ves. Quiero que me dés una oportunidad de enseñarte que las personas no son etiquetas. Quiero que creas en mi, en un "nosotras".
Se mordió el labio, sin saber qué decir. La observaba silenciosamente mientras ella debatía consigo misma si había sido una buena idea decirle lo que llevaba creciendo en ella durante tanto tiempo. Y se quedó así, observando. Saboreando el recuerdo aquel beso en un silencio que pronto mataría a su acompañante.

martes, 16 de julio de 2013

Sombras

Hay muchos demonios que se esconden en las sombras, asegurándose de que lo peor que pueda ocurrir sea lo que pase.
Sientes cómo a cada segundo que pasa unos tentáculos invisibles estrangulan poco a poco tu corazón. Te cuesta respirar, como si el aire estuviera envenenado por su esencia, su imagen, sus palabras... esas palabras que nadaron desde sus labios hasta tus oídos como si fueran una sinfonía compuesta de piezas cada vez más complejas. Las mismas que te confundieron, e intentaste descifrar una y otra vez reviviendo ese momento en tu mente, como si fuese una película. Esos labios. Casi puedes palpar ese momento en el que soñaste con los ojos abiertos mientras contemplabas su rostro que te acercabas a ella y cerrabas el pacto que tanto ansiabas formular con la unión en sintonía de vuestros labios en eso que tantos conocen como beso. Sin embargo, en lugar de eso le ofreciste una sonrisa aunque lo más probable es que tus ojos te delataran. Quizás lo único que deseaba es que te inclinaras hacia ella y le robaras por un momento esos labios que muchos otros ya habían deseado mucho antes. Pero la duda de que no fuera así se acercó como una sombra traicionera que se interponía entre tu corazón y el valor para dar ese paso. No estaba ni a medio metro de distancia, pero era como saltar de un lado a otro en un gran valle sin tener la certeza de caer en suelo firme o por el contrario hundirte en las profundidades del rechazo. Sólo ella puede darte las alas necesarias que te permitan salvar la vida y la insapiencia de eso te desquicia. El que no juega no gana, según dicen, pero habiendo tanto que perder, por mucho más que haya que ganar, ¿hay alguien capaz de saltar al vacío esperando volar cuando está en manos de otra persona ponerle las alas?