sábado, 11 de enero de 2014

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Los días pasan lentos, casi como un niño goloso a quien sus padres le dan un caramelo diario e intenta que dure el máximo tiempo posible. Todos los días son iguales, un día se despierta, se lava los dientes, coge sus cosas y se va al colegio, para jugar a lo que sea al volver yéndose a un mundo sólo conocido por ella misma. Al día siguiente, cierra los ojos y desea con todas tus fuerzas "No quiero crecer, quiero quedarme así para siempre." e inocentemente piensa que así será. Pero pasan los días.
Una mañana, tras despertarse y lavarse los dientes, se da cuenta de que lo importante ya no son las muñecas, ni quién a encontrado más gusanos en el barro, ni quién se ha caído más veces, sino que lo que empieza a tomar protagonismo son los demás. Cuántos amigos tiene, si son iguales a ella o son más divertidos, si tienen muchos amigos... Que si le gusta un chico, o una chica aunque ella sabe, o piensa según todo lo que ha visto que si le gusta una chica, está mal.
Sin darse cuenta, en vez de dirigirse al colegio, una mañana tras levantarse y lavarse los dientes se dirige al instituto, donde lo único que importa es ser la mejor, la que todos quieren ser o al menos con la que todos quieren estar, sin pensar en que en algún momento va a terminar todo, porque siendo muy pequeña deseó no crecer y olvidó que pasaban los días al empezar todos igual.
Una mañana, abre los ojos y mira a la nada atrapada en sus sentimientos, que si se ha enamorado, si ya no la quiere nadie, que si se siente inútil, y lo peor, ha llegado el momento de ser mayor. Sin saber cómo, como si hubiese cerrado los ojos muchos años antes y al abrirlos se encontrase en ese momento tan desorientada como lo estaría si aún fuese esa niña, como si aún tuviese ganas de soñar, como si aún no tuviese miedo de encontrarse con el exterior, como si el roce del viento la desintegrase.
"¿Qué será de mi?" Pensó.

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